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EDITORIAL

Volver al hogar

Lo comentamos en este mismo editorial hace casi dos años: el sector sociosanitario sigue encaminando sus pasos hacia los cuidados en el hogar [ ...]

10-03-2023

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Lo comentamos en este mismo editorial hace casi dos años: el sector sociosanitario sigue encaminando sus pasos hacia los cuidados en el hogar. En aquellas fechas, en verano de 2021, hablábamos de la intención del Gobierno –con la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, a la cabeza– de inyectar 3.600 millones de euros en la partida de dependencia, con el objetivo prioritario de fomentar la atención domiciliaria y abordar una estrategia de desinstitucionalización.

Además, en ese viaje irreversible hacia un nuevo hogar, la Administración central no parecía estar sola, de hecho, sigue siendo también una clara tendencia para las entidades privadas, que están mejorando sus servicios de atención a domicilio y de teleasistencia. 

Incluso las propias residencias de mayores –tanto públicas o privadas– están en este proceso de transformación que se prendió con la pandemia de la Covid-19 y que se concretó con los nuevos criterios de acreditación del Estado para los centros de mayores. Recuerden: limitando las plazas de cada centro, organizándolos en unidades de convivencia de un máximo de 15 personas, asegurando espacios comunes… en fin, asemejándolas a una casa.
En este sentido, el mes pasado se inició un nuevo capítulo. Lo pueden leer en el número de entremayores que tienen en sus manos: el Gobierno presentó su anunciada ‘Estrategia estatal de desinstitucionalización’, bajo la coletilla: ‘Para una buena vida en la comunidad’. La idea sigue siendo la misma: transformar los cuidados de larga duración y presentar una alternativa a la institucionalización de las personas (siempre que sea posible) para vivir en comunidad y... sí, en su hogar.

El proceso que se inicia ahora constará de tres fases: una primera de análisis y diagnóstico; una segunda de elaboración (de abril a octubre); y una tercera y última en la que se presentará un plan operativo y que debería estar listo a principios de 2024.

La ruta de esta estrategia ya está definida. Desde el Gobierno hablan, primero, de una etapa de tránsito, pasando del sistema asistencialista actual a uno de apoyos personalizados. También insisten en poner en el centro a las personas, es decir, hacerlas partícipes de estos procesos; y finalmente, introducen también el concepto de comunidad.

En realidad, cuando hablamos de hogar, no solo nos referimos al espacio que delimitan cuatro paredes, sino también a lo que las rodea y envuelve,  la red social y comunitaria que nos acompaña y nos protege. Por lo tanto, es interesante entender que para promover una vida independiente, con libertad para decidir, es indispensable contar también con un entorno robusto, es decir: para mantener nuestra autonomía necesitamos vivir en comunidad. El hombre y la mujer son “seres sociales por naturaleza”, que diría Aristóteles.

Este sentido de pertenencia colectiva va en la línea de otras luchas, como la que pretende eliminar o mitigar la soledad no deseada. Este problema social puede ser una fuente de sufrimiento, apartando a la persona de la sociedad, lo que puede derivar en numerosos costes sociales y para la salud.

En este punto, la mayoría de las personas están de acuerdo, al menos así lo refleja la encuesta que ha hecho el Gobierno para este propósito. Un 81% está a favor de potenciar la vida en comunidad de las personas que ahora viven en instituciones; un 94% preferiría que viviesen, con apoyos, en domicilios particulares; y un 97% quiere que las Administraciones destinen recursos para este cambio.

No obstante, en este camino hacia el hogar, también hay que entender que la institucionalización no es el problema. Las residencias de mayores siguen siendo un recurso indispensable en las últimas etapas de la vida de una persona, sobre todo cuando sobreviene una gran dependencia física o una enfermedad cognitiva dificulta su permanencia en casa. 

Tenemos que entender que lo que está a debate es el modelo, no sus herramientas –diversas y adaptadas a cada etapa vital– y que la llamada revolución de los cuidados pasa por plantearnos cómo queremos vivir, defendiendo el derecho de las personas y respetando su proyecto de vida, porque de eso se trata, de que todos tengamos  nuestro hogar.


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